Si buscamos palabras como mascarilla natural casera, mascarilla vegana, mascarilla facial casera encontraremos numerosos artículos donde nos enumeran los distintos tipos de mascarillas caseras que podemos hacer nosotras mismas. Según los ingredientes que cojamos de nuestra nevera o de nuestra despensa y el objetivo que busquemos podremos elaborar mascarillas de muy diferentes tipos.
No todo es bueno o todo es malo. A la pregunta de si las mascarillas caseras son malas o son buenas no hay una respuesta tajante. Sin lugar a dudas que existen fórmulas caseras muy buenas que pueden traernos innumerables beneficios. Pero debemos tener en cuenta siempre una premisa.
Cualquier cosa que nos pongamos en nuestra piel debe estar testada dermatológicamente. Existe la percepción de que si me pongo algo natural en la piel nada malo me va a pasar. Eso puede ser así o simplemente no. No siempre tenemos o tendremos la certeza. Y siempre digo que la piel es muy importante para la salud. No es como un zapato que le pones un betún u otro y vemos cómo queda. Si no nos gusta siempre podremos tirar el zapato. ¿Pero qué haremos si acabamos dañando la piel?
Limón, miel, almendras, leche, yogur, fresas, aguacate, pepino, ralladura de naranja, aceite de sésamo son algunos de los ingredientes de estas recetas caseras para hacer mascarillas.
En todas las consultas que he realizado en Internet se reafirman en la idea de que las mascarillas caseras son una forma natural y económica de cuidar nuestra piel. Pero, ¿qué hay de cierto en todo esto? ¿Son tan beneficiosas como nos cuentan? Y, como son naturales, ¿son totalmente seguras para nuestra piel?
En el caso de que elijamos elaborar una mascarilla casera debemos tener un especial cuidado en elegir los ingredientes que se ajusten a nuestro tipo de piel. Hay que tener en cuenta que no todos los ingredientes por ser naturales son siempre seguros. Un ejemplo es el caso del zumo de limón que no se puede poner en pieles sensibles. También hay que tener especial cuidado con los exfoliantes caseros. Es muy importante tanto los ingredientes que escojamos como la cantidad y la forma del grano que obtengamos. Puede ser contraproducente para según qué tipo de piel.
En los últimos años, ha irrumpido la moda de las mascarillas. Un ejemplo es el de las mascarillas coreanas. Solo hay que ver los rostros de los ciudadanos coreanos. Su tez refleja no solo belleza, sino salud, pues para ellos su piel es el espejo de bienestar y equilibrio interior. En la cultura coreana, el cuidado de la piel es un modo de vida.
Entienden la piel como el órgano más importante que les protege de los agentes externos. Su objetivo final es prevenir imperfecciones frente a tratar problemas posteriores como manchas, cicatrices de acné, arrugas, flacidez… En Corea, la industria de la cosmética está en constante evolución. El mercado coreano es muy exigente y siempre busca productos que le den el mayor beneficio en el menor tiempo y, por tanto, es fácil pensar que no son fieles a una marca.
Podemos pensar que se trata de cosmética sofisticada y con unos precios inalcanzables. Lo más curioso de todo es que podemos comprar productos de una calidad excelente y con beneficios más que probados a precios muy baratos.
Un ejemplo muy evidente son las mascarillas coreanas de Kocostar. Son mascarillas que contienen ingredientes naturales a precios muy baratos (no superan los 5 € la unidad). Una ventaja de utilizar una mascarilla coreana de estas características es que no tenemos que retirar el producto como en las mascarillas caseras naturales. La oclusión que ejerce la mascarilla de algodón sobre la piel provoca que el producto penetre y se aproveche completamente.
¿Pero en qué se diferencian del resto? Las mascarillas coreanas están compuestas por ingredientes activos 100% puros que se extraen de vegetales y flores. Estamos garantizando a la piel la mayor concentración y el máximo beneficio. Y lo más importante, con ingredientes testados científicamente. De los frutos, vegetales y las flores se extrae el activo que actúa sobre nuestra piel. En el caso de las mascarillas caseras, simplemente estamos triturando, mezclando en su totalidad la fruta o la verdura. Por tanto, la proporción del activo que esté en contacto con nuestra piel será muy inferior al activo puro de la mascarilla coreana.
Pero quizás lo que pocos saben es que el verdadero secreto está en la propia fermentación de los activos que actúan como conservantes. Los extractos de origen vegetal se someten a una cuidadosa técnica de fermentación en la que se obtienen antioxidantes, vitaminas, enzimas y probióticos.
Los probióticos son microorganismos vivos cuya función es mantener el equilibrio del manto hidrolipídico, es decir, ayuda a mantener la integridad de la barrera cutánea encargada de protegernos. Por tanto, modula la inmunidad de la piel evitando la ocupación de microorganismos patógenos que producen inflamación, rojeces, acné, rosácea o dermatitis. Si la diversidad bacteriana natural está equilibrada es un escudo protector natural fundamental para tener la piel sana.
Veamos un ejemplo. El simple hecho de que una fruta o verdura se oxide puede provocar que la vitamina C de este ingrediente sea inestable y pueda provocar irritación y manchas en la cara. Un ejemplo muy evidente es partir una manzana y observar que a medida que pasa el tiempo se va oscureciendo. Respecto a la biodisponibilidad, de nada sirve tener elevadas concentraciones de un activo si no está vehiculizado o en la forma adecuada para que penetre.
El uso de mascarillas para la piel también suponen un ahorro de tiempo, ideales para introducir en la rutina diaria. Además, tras la aplicación de la mascarilla, la piel se muestra más receptiva a nuestro tratamiento habitual.
Quiénes me conocen saben que no recomiendo productos que no he probado primero yo y después todas mis clientas. Porque recuerda que lo más importante es tener claro que tener una piel sana es una cuestión de salud más que de belleza. Y no nos podemos poner sobre ella cualquier cosa.
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